La
importancia de planificarse bien y de planificar bien a los equipos
Porque
de su buena planificación se deriva una operativa eficaz del equipo. Si el
directivo tiene claras las prioridades y lo que realmente aporta valor, sabrá
evitar todas las interrupciones que surgen en las organizaciones y se mantendrá
centrado en los temas clave. Pero si no tiene una planificación precisa, que
significa la identificación de proyectos clave y los plazos asociados, será
como un colador por el que todo entra y empapa todo lo que encuentra. El
problema es que su desorden se reflejará en el equipo, que comenzará a moverse
sin rumbo, saltando de una tarea a otra, mostrando una baja calidad en su
resolución —para quitárselas de encima— y perdiendo eficacia, serenidad y
paciencia. A los equipos les afecta mucho la forma caótica de actuar y demandan
orden y prioridades, clamando que se respete lo acordado. Todos entienden que puede
haber causas externas al departamento que modifiquen el calendario establecido,
pero cuando ven que el principal generador de desorden es su propio jefe, habrá
quejas y malestar. Cuando preguntamos a los equipos sobre las dinámicas y
acciones que más les molestan, lo que les hace perder tiempo y cambia
constantemente sus prioridades siempre están en la lista. Y esta
responsabilidad recae en el directivo.
Un
directivo es un gestor de tiempo y recursos y se presupone, como el valor en la
mili, que sabrá gestionarlo de manera ágil y eficiente para cumplir los
objetivos. A veces, mostrar flexibilidad y saber adaptar las prioridades es
bueno, y sacudir la comodidad de los equipos también, pero se debe manejar con
cuidado y no con frecuencia. Y se debe explicar el por qué.
El
líder ha de aplicar el difícil arte de dosificar porque si pides todo obtendrás
nada.
En
un equipo maduro, que sabe cuáles son sus responsabilidades y los plazos que
maneja, no debería haber problema si el jefe no interfiere con frecuencia y es
bueno que cuando lo haga sea por un asunto que nadie puede cuestionar. Cada
miembro tiene su agenda y el jefe debe garantizar que los proyectos o la
información de carácter general y transversal estén listos en forma y tiempo.
Si
el equipo carece de la madurez —en todo o en parte de él—comentada en el
párrafo anterior, el directivo deberá convertirse en un gestor y en un organizador.
Deberá implicarse y hacer seguimiento constante. Es bueno alinear un método
para aumentar la autonomía y la eficiencia del equipo y aplicarlo, y
mantenerlo. Una de las claves es la constancia. Los hábitos se adquieren por
repetición y formar un equipo organizado y eficaz no es cuestión de una semana.
Normalmente,
en cualquier departamento, hay un volumen de datos de análisis y reporte y
éstos deben estar analizados y listos para ser incluidos en todas las
presentaciones y reuniones donde se requieran. Si el jefe lo tiene bien
planificado, acordado con los miembros del equipo que deben participar y le da
la importancia que merece, todo funcionará sin obstáculos. Sin embargo, si cada
mes pide lo que necesita en el último momento y sin orden ni concierto, el
equipo terminará entregando datos incompletos y mal analizados. La calidad
bajará y la frustración subirá. Si has pedido unos datos o un análisis el día
antes de una presentación, no puedes pretender —o no deberías—que el producto
resultante sea de alto nivel ni que el empleado deba invertir horas fuera de su
horario habitual para podértelo entregar. Si el empleado detecta —y más tarde o
temprano lo hará—que el motivo por el que él debe quedarse es porque tú no lo
has solicitado cuando deberías, tendrás un colaborador enfadado por tu falta de
organización.
La
desorganización, se organiza.
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