El poder de las relaciones

El buen jefe debe conocer las ambiciones de cada miembro del equipo y trabajar para acortar el camino hacia el objetivo. Es de vital importancia el tener un conocimiento claro del equipo en términos de ambiciones, objetivos laborales y metas de carrera. Debes conocer a cada miembro del equipo y liderarlos en función del resultado.

En cualquier equipo un poco extenso, encontrarás:

·        Profesionales jóvenes que ambicionan el crecimiento y están dispuestos a hacer los méritos necesarios para buscar oportunidades.

·        Profesionales jóvenes que esperan crecer, pero que no están dispuestos a hacer los méritos necesarios para buscar oportunidades.

·        Profesionales jóvenes que buscan unas condiciones laborales ideales, que sean compatibles con su vida personal y sus valores.

·        Profesionales más maduros que acumulan experiencia, pero también muchas frustraciones.

·        Profesionales maduros que nunca se han tomado el tiempo para pensar en sus objetivos de carrera ni en pensar si los están gestionando adecuadamente.

·        Personas que no han avanzado, por cualquier motivo, y que han convertido su objetivo en no permitir que las nuevas y talentosas se abran paso.

En un entorno así, es obvio que un buen líder deberá aplicar diferentes estrategias de gestión según el grupo al que pertenezca la persona. Liderar no va de aplicar un enfoque único, va de afinar con la realidad de cada persona para mejorarla y maximizar su rendimiento.

Si hay una persona que no desea otro lugar diferente al que tiene, ni otro reto, ni participar en proyectos transversales, ni otro departamento, entonces es necesario aplicar medidas y técnicas de liderazgo muy diferentes de aquellos que sí lo desean.

Y en cada equipo hay mediocridad y ésta también hay que trabajarla. El empleado que ofrece hoy resultados mediocres puede obtener grandes resultados si se gestiona su potencialidad.

Dirigir es como cuidar un jardín. Permitidme la analogía, pero creo que es muy clarificador. Debes conocer bien todas las especies que tienes plantadas. Cada una es diferente, crece y madura de manera distinta, y tiene necesidades diferentes. Debes asegurarte de que cada planta tenga las condiciones adecuadas en cuanto a espacio y temperatura para poder desarrollarse. Debes proporcionar los nutrientes y remedios necesarios en cada momento para garantizar su vitalidad. Debes eliminar las malas hierbas que, además de no aportar beneficios al conjunto, obstaculizan el crecimiento de las especies vecinas. Debes agregar fertilizantes y remedios curativos para combatir las plagas. Y cuando las condiciones sean adversas y dañen gravemente el jardín, debes recurrir a un especialista y prestar atención. Y siempre, siempre, debes regar, con la frecuencia y la dosis que cada planta necesite, porque una cosa es segura: si las descuidas, morirán —o lucirán mal—.

La comodidad del directivo es el estancamiento del equipo.

Una de las características más valiosas, en mi opinión, de un buen líder debe ser su frescura, su capacidad para comenzar una nueva historia cada día y olvidar las limitaciones del pasado. Si queremos innovación en las empresas, la innovación significa cambio, y los cambios los provocan las personas con energía, sin restricciones y con deseos de explorar nuevas vías. El directivo debe contagiar este espíritu al equipo y, en cambio, debe evitar la mentalidad del «siempre lo hemos hecho así» o «esto ya lo intentamos y no funcionó».

Una de las cosas difíciles de ser un directivo es librarse de la obsesión por los resultados financieros. Estos están y hay que cumplirlos, esto es claro para todos, pero en lugar de obsesionarnos con el resultado final, con la cifra, debemos preocuparnos más por el cómo llegaremos allí. Si nos centramos en el cómo, involucramos al equipo y estimulamos la creatividad, lo lograremos. Pero si el empleado no encuentra en la empresa el espacio para desarrollar su potencial y sus intereses, o bien deja la empresa —los más valientes— o se resigna a hacer su trabajo como siempre, sin compromiso ni riesgo. Debemos aplaudir cuando un colaborador deja la empresa para emprender nuevos desafíos, pero una vez que lo hemos aplaudido y se ha ido, debemos reflexionar sobre lo que buscaba y que nosotros no pudimos proporcionar. Retener el talento no es solo una cuestión económica, a menudo se trata de oportunidades, visibilidad y formación.

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