Que lideren en positivo

Decía el bueno de Lao Tzu que, para liderar a las personas debes caminar detrás de ellas. Bien cierto.

A estas alturas de la vida, todos sabemos, porque hemos vivido experiencias que nos lo demuestran, la enorme diferencia de rendimiento cuando construimos espacios en los que las personas trabajan relajadas y se sienten seguras de ser tratadas de manera justa y valorada, en comparación con cuando las mantenemos constantemente tensas y en un clima de desconfianza.

El buen clima laboral o el mal clima es la diferencia entre querer ir a la oficina —o al lugar de trabajo— o no. Es la diferencia entre el compromiso con el proyecto o no, es la diferencia entre darlo todo o simplemente «hacer mi trabajo» y nada más. Y esto depende del director, del líder. Es triste, pero es así; una sola persona tiene el poder de hacer que un equipo esté cómodo o incómodo, que las personas crean y confíen en quien los lidera o no. Las personas mal lideradas se limitarán a hacer las tareas que les corresponden y nada más. En este segundo caso, todos pierden. El directivo (no líder) pierde, ya que nunca tendrá un equipo excelente que lo respalde, el equipo pierde porque no crecerá ni se desarrollará, y la empresa pierde, ya que no logrará las grandes cosas que dice en las presentaciones que logrará.

Creo que las empresas son muy similares a las familias: hay modelos a seguir y aprender —padres, madres, directores, directivas—. Cuando el modelo flaquea, puede suceder que condicione las acciones de los subordinados debido a que reproducimos el modelo, pero también puede ocurrir la rebeldía, entendida como la capacidad del subordinado para alejarse del modelo y mejorarlo. Por eso hay hijos brillantes criados en situaciones difíciles y profesionales brillantes con malos maestros, pero estaremos de acuerdo en que 1) no es común y 2) no es ideal. Ya sabemos que del malo también se aprende, pero no es el mejor camino, y creo que todos tenemos derecho a estar bien liderados. Tristemente, hay directivos que no encuentran otra manera de gestionar un equipo que creando una falsa autoridad basada en la creación de tensión y utilizando tono agresivo.

Me sorprende que a los directivos nos cueste tanto entender que sin los equipos no somos nada y que, sin equipos motivados, seremos unos gestores mediocres. Este es el tipo de conocimiento que no te enseñan en las escuelas de negocios ni en las universidades, pero que proporciona o quita más rendimiento a lo largo de la vida profesional. Tampoco quiero decir que el espacio de trabajo deba ser una fiesta constante, porque no se trata de eso. Debe haber momentos de distensión, para reír y celebrar cualquier cosa, pero sobre todo lo más importante es generar confianza genuina. Eso es lo que cuenta, que las personas confíen en tu criterio, en tu gestión y, sobre todo, en tu integridad, cuando las cosas se tuerzan. Una persona que confíe en ti hará todo lo posible para contribuir al éxito, pero si solo se trata de un buen rollo artificial, porque intuye que a la hora de la verdad fallarás, no funcionará. Estas relaciones mantienen las formas, sonrisas en los pasillos o mientras dura el café que le has pagado, pero no tienen más recorrido.

Conseguir la confianza genuina del grupo es uno de los mayores logros a que un buen directivo debe aspirar.

Hasta la próxima.

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