Que sean capaces de tomar decisiones (difíciles) – parte II

 

Vamos a continuar con el punto iniciado en mi última reflexión. Decíamos que el directivo debe ser valiente, liderar con el ejemplo y avanzar un poco más allá del mero cumplimiento normativo, pero también poníamos de manifiesto lo triste que es que no te dejen hacer el trabajo para el que supuestamente te han contratado.

Siempre me ha sorprendido que este tipo de prácticas sean tan comunes, cuando parece tan obvio que son erróneas.

Diríamos pues que es justo y necesario que cuando se incorpora un directivo:

  • Se le dé tiempo para que pueda entender el negocio que debe dirigir y conocer a las personas con las que debe hacerlo.
  •  No se le adelante quién es bueno, quién es malo, quién está «quemado» ...
  • No se le pase el resumen ya decidido, de los cambios que debe hacer y en qué plazo.

Pues eso que parece tan obvio se hace correctamente en muy pocas ocasiones. Siempre se le condiciona, se le da información, que no sería necesaria, y se le determina el pensamiento que se espera de él. Y claro, él quiere complacer y obedece. Pero si el directivo realmente lo es, se frustrará en cuatro días y pensará que se ha equivocado de empresa —y probablemente lo haya hecho—.

Y las personas que han tomado la decisión de incorporar al directivo deberían reflexionar. No has ido al mercado a buscar a alguien para que siga indicaciones, has ido a buscar a alguien que piense, que tome decisiones y que las implemente... ¿O no? Aquí es cuando debemos apelar a la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Si queremos aire fresco, abramos ventanas y provoquemos corriente de aire. Y si no, ahorrémonos la posición, porque si lo que quieres es una extensión del superior, deberíamos ser honestos y no confundir a ningún candidato externo. En este caso, lo mejor es seleccionar a una persona interna, con el perfil y la actitud adecuada y seguir adelante, sin falsas expectativas. Vale decir que este tipo de dirección tiene la mecha tan corta como duren los buenos resultados.

Si hay algo que no me gusta de las empresas es la facilidad y frivolidad con la que etiquetan a las personas y se emiten juicios, casi siempre de manera negativa. Para rematarlo, transmitimos este diagnóstico a la persona que acaba de incorporarse y así ya la estás alineando y dirigiendo sobre qué acciones esperas que tome. Es injusto para la persona que comienza y también es injusto para la persona «etiquetada», que no tiene ni el beneficio de la duda, especialmente cuando está claro que una persona puede rendir más o menos, o mucho más, según el líder —o no líder— que tenga delante.

Los nuevos directores merecen la oportunidad y su equipo también.

 

Un directivo debe tener el derecho de tomar sus propias decisiones e implementar acciones basadas en su propio criterio, no en el de otros. Y debe asumir las consecuencias de ellas.

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